10 may 2008

Música


Vier Toteninseln para barítono, piano y orquesta, está compuesta sobre los Vier Ernsten Gesänge, de Johannes Brahms, que comenta a partir de sus diversos tonos y estados de ánimo al respecto de la cuestión central de estas dos composiciones: la muerte. Nos cuenta Kalitzke que en un mundo progresivamente secularizado, la muerte como tal se ha ido desplazando del espacio central que ha tenido durante milenios como paso trascendental a una realidad espiritual. En una cultura de lo inmediato y de la divinización de la juventud como la nuestra, la muerte ha comenzado a adquirir unos perfiles borrosos; una vez perdemos la cotidianeidad de su presencia, así como el turbador pensamiento sobre la misma. Es por ello que estas Cuatro Islas de la Muerte suponen, en cierto modo, una música de carácter velado, oscuro; quizás ya no tanto por la muerte en sí, sino por la difícil reflexión que hoy nos depara este hecho, consustancial a la existencia y, al fin y al cabo, metamorfosis final de nuestros caminos vitales. Las Vier Toteninseln de Kalitzke alternan los estados de ánimo más naturales que la muerte provoca en el común de los mortales, y así nos encontramos desde los arrebatos de dolor de fuerte calado expresionista de la primera de las islas a remansos de paz y serenidad como el segundo y cuarto movimientos. En sus cuatro partes, Kalitzke toma textos de autores como Lord Byron o Cesare Pavese, junto a citas del Eclesiastés; conformando un todo palimpsestial que dota de diferentes visiones al sentimiento que genera la muerte en el hombre: desde el deseo ‘erótico’ de la misma, hasta proyecciones de corte onírico




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