21 ago 2008

Primero las damas… (escrito por Por Diego Araujo Sánchez)


La ministra de Igualdad de España, Bibiana Aído, armó, semanas atrás, una sonada polémica cuando, en un discurso ante el Parlamento de su país, utilizó la palabra "miembras" para referirse a las diputadas. Tras el escándalo que provocó el intencional dislate, justificó la palabra con la inexacta afirmación de que "miembras" es de uso común en Iberoamérica (la funcionaria había estado poco antes de gira por algunos de nuestros países) y fue más allá: pidió a la Real Academia de la Lengua incluir en el Diccionario oficial esa palabra. Ante las críticas de los académicos, la ministra aludió al tufo machista de la respetada corporación.

Es positiva la voluntad de luchar contra el sexismo en el lenguaje. Pero esa saludable postura cae en excesos que lindan con el disparate. Por ejemplo, si se aboga porque se hable de miembros y miembras del Parlamento, ¿por qué no presionar para que se utilice, en un caso inverso, colegas y colegos, criaturas y criaturos o la víctima y el víctimo, para mencionar unos pocos ejemplos puestos en el tapete por Javier Marías con ocasión de esa polémica? ¿O por qué no incluir también persono y no solo el común persona?

Pese a la afirmación del uso iberoamericano de "miembras", las asambleístas y los asambleístas en el Ecuador (para seguir el uso que incorporan ellos y ellas en el proyecto de nueva Constitución) no llegaron a utilizar esa voz, aunque la buena intención de combatir el sexismo les haya llevado a otros excesos y pintorescas incoherencias.

Algunas decenas de páginas se hubieran ahorrado para paliar la abundancia verbal en el proyecto, si se acogían al principio elemental de economía de toda lengua y no duplicaban, a troche y moche, voces como ciudadanas y ciudadanos (primero siempre las damas, como es de buenos caballeros y caballeras), ecuatorianas y ecuatorianos, ministras y ministros, presidenta y presidente, juezas y jueces, servidoras y servidores, y otras voces por el estilo. Esa lógica se topa con insalvables contradicciones: por ejemplo, si se dice en el proyecto de Constitución que "no podrán ser ministras y ministros de Estado los parientes hasta el cuatro grado de consanguinidad", ¿por qué no señalar también, con ese mismo criterio, a las parientes o, mejor, parientas? ¿O cuando el art. 141 establece que la presidenta o presidente de la República… es el jefe de Estado y de Gobierno", ¿por qué no mencionar también que una u otro son la jefa o el jefe de Estado? ¿O cuando se refieren a los miembros de las FFAA, ¿por qué no echar mano de la voz "miembras" para emular a la ministra española de Igualdad?

En fin, no creo que esas veleidades conviertan en un instrumento más democrático al proyecto de Constitución, como tampoco aseguran que se evite la manipulación por la concesión del voto facultativo a los jóvenes y las jóvenes entre los 16 y 18 años, los integrantes y las integrantes de las FFAA y las policías y, ¿por qué no, los policíos? Peor aun se garantiza la más elemental democracia con las transitorias disposiciones y transitorios artículos del régimen de transición.

Fuente:http://www.hoy.com.ec/NoticiaNue.asp?row_id=301900