11 jun 2008

Eufemismos y lenguaje político




El eufemismo es definido por la Real Academia Española como una “manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante”[1], es decir, el empleo de unas palabras para expresar misma realidad que, expresada con otras, tendría un sentido negativo. Por tanto, este rasgo tiene un carácter narcotizante o sedante en la transmisión de un asunto bastante delicado hacia los ciudadanos. Así, por ejemplo, se usan palabras como limpieza étnica para encubrir el asesinato de personas con criterio a sus rasgos raciales, culturales o religiosos. Otros casos podrían ser crecimiento negativo de la economía, estancamiento poblacional, portero de fincas urbanas, efectos colaterales o conflicto bélico.

Entre los eufemismos encontramos distintos tipos. Por un lado, están los formados por sintagmas compuestos por sustantivo más adjetivo o sustantivos unidos por preposición. En esta línea cabe mencionar guerra fría, guerra electrónica, estado tapón y escala horizontal. Por otro lado, se encuentran las palabras simples que se convierten en sinónimos metonímicos; por ejemplo, baja, blanco, batería y jornada. Finalmente, encontramos las abreviaturas que cumplen la finalidad de facilitar la lectura, o bien disimular la nocividad de las palabras abreviadas. Hay que decir que la transmisión de información por vías informáticas ha producido la necesidad especial de disminuir el número de caracteres contribuyendo al desarrollo de las técnicas de abreviación.
La aproximación de Germán Moya explica con más exactitud el empleo de la técnica eufemística en el lenguaje. Así, dice que los eufemismos son términos que recurren a la metáfora dando un carácter mucho más genérico y ambiguo, de forma que vacían el contenido semántico que podríamos catalogar como nocivo de la palabra sujeta; así, la expresión políticamente correcto[2] es un eufemismo para expresar la persuasión positiva en perjuicio de la claridad negativa en las palabras usadas por los políticos. En este sentido, Moya habla del “eufemismo institucionalizado” con respecto a su uso desde las administraciones, por cuanto este eufemismo persigue una función igualitaria y no discriminatoria de algunos términos, lo que no impide que, pese a tener una finalidad en un principio positiva, conlleve una desviación y una confusión en el uso despectivo de dichas palabras malsonantes a posteriori. He aquí algunas muestras:
Desaceleración: crisis económica
Desalerelación moderada: crisis galopante con paro, hipotecas por las nubes, etc.
Traslado temporal de agua: trasvase del Ebro.
Proceso de paz: negociación con...
Soluciones habitacionales: mini pisos o infraviviendas.
Crisis alimentaria: hambre.
Huelgas a machete: huelga en las que todo vale.

Y es que el eufemismo es la mejor anestesia para camuflar la realidad y se ha convertido en todo un tahúr del idioma para no denominar a las cosas por su nombre. Los malabaristas del lenguaje han creado su propio léxico-trampa que le impide llamar al pan, pan y al vino, vino.

NOTAS:
1. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA DE LA LENGUA: Diccionario de la lengua española. Madrid: Real Academia Española, 2001.
2. MOYA HERNÁNDEZ, Germán: “El lenguaje militar. Tabú, eufemismo y disfemismo”. TONOS digital [en línea]. Murcia: Universidad de Murcia, marzo 2001, N.º 1 [ref. de 19 de junio de 2007]. Disponible en Web: .

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